La historia de Lanzarote es una combinación de culturas y de razas en constante lucha por superar los obstáculos de la lejanía insular y de la escasez de agua que padece la isla. Conocida ya en la Antigüedad por fenicios y romanos,
Lanzarote estuvo habitada por pueblos de ascendencia bereber, de origen norteafricano, por lo menos desde hace unos dos mil años. Estos habitantes, denominados majos, vivían del pastoreo, de la pesca y de una agricultura muy limitada. A finales de la Edad Media se produjeron visitas de navegantes genoveses o castellanos, hasta que el normando Jean de Bethencourt, a las órdenes de la corona española, inició en el sur de Lanzarote el proceso de conquista de todo el Archipiélago.
Situadas en una posición geográfica estratégica e incorporadas al vasto imperio español de la época, las islas Canarias no sólo se convirtieron en puntos claves para el incesante tráfico comercial y cultural con las nuevas tierras de América, sino que aumentaron su relación con países europeos como Portugal, Inglaterra o Francia. Lanzarote, entre tanto, se consolidó como
señorío feudal y comenzó una etapa de crecimiento muy tímido, marcado por las turbulencias causadas por la fragilidad económica y los frecuentes ataques de piratas.
Es a partir de esta etapa cuando
Arrecife de Lanzarote empieza a erigirse como un emplazamiento clave en el devenir histórico de la isla, gracias a su privilegiado emplazamiento. Situada en el Naciente, donde se sitúan las costas más tranquilas y con una especial orografía, determinó la atracción que tuvo este lugar. De todo el litoral del Archipiélago destaca un lugar que será reconocido como el mejor puerto natural de Canarias, Puerto Naos, por el que entraron y salieron la mayor parte de las embarcaciones en Lanzarote.
Por ser una apreciada zona para arribar, a finales del siglo XVI se construye en el lugar una torre defensiva y el ingeniero Torriani planifica para Arrecife un sistema defensivo amurallando el lugar, asumiendo que era el Puerto de Lanzarote y, por lo tanto, primera línea defensiva de la Isla. Confía tanto en las bonanzas estratégicas del lugar que propone que se amuralle y habite.
Hasta el siglo XVIII imperaron las condiciones derivadas de la inseguridad que representaba ser el lugar por donde recalaron la mayoría de las incursiones que sufrió la Isla y, además, un monopolio erigido a partir del señorío sobre el comercio en el lugar. Nadie, excepto quien ostentaba el monopolio podía abrir un comercio, ni comerciar en el espacio público. En las primeras décadas del siglo XVIII el caserío rondaba unas quince construcciones y a mitad alcanzaban las cincuenta. A medida que avanzaba la centuria mejora la idea de seguridad. La fortaleza del lugar se había reedificado durante el XVII, descendiendo el número de incursiones desde 1618, la última gran invasión en la Isla.
La historia moderna de Lanzarote vivió un cambio trascendental en 1730, fecha en la que comenzó un
periodo de potentes erupciones volcánicas que transformaron la isla y que, si al principio provocaron un reguero de terror, al poco tiempo fueron motivo de prosperidad.
Los habitantes de la isla, agudizados por siglos de lucha por la supervivencia, crearon un modelo de agricultura único en el mundo con las cenizas volcánicas que predominan en el paisaje insular.
El estacionario comercio de cereales, principal producto exportador durante la época señorial en Lanzarote, precisaba de un punto de embarque, y Arrecife había ido concentrando el mayor volumen, al igual que de las importaciones. El comercio de la barrilla -planta cuyas cenizas tenían uso industrial- precisó de almacenes que acogieran la producción insular donde esperar a la nave que la llevaría hacia Europa.
Arrecife consolida lo que ya antes era, la puerta de entrada y salida más importante de Lanzarote. En 1908 se comenzó a construir el primer puerto comercial terminándose en 1920 debido al gran movimiento de mercancía de cochinilla (colorante natural), barrilla (utilizada para la fabricación de jabones) y la flota pesquera.
Durante la segunda mitad del siglo XX se produce el despegue económico de la ciudad y de la Isla, coincidiendo con los profundos cambios políticos y sociales que ha vivido la sociedad canaria y española en los últimos treinta años. Primero fue gracias al empuje de una industria pesquera ligada a la riqueza marina de la costa del Sáhara, pero justo cuando decaía esta fuente de ingresos la isla comenzó un espectacular desarrollo turístico que tuvo la suerte de plantear un modelo propio de la mano de César Manrique. Este artista lideró una serie de actuaciones estéticas en enclaves naturales únicos, combinando la potencia de la arquitectura con el respeto al entorno.
Con ello, Lanzarote -convertida ahora en un destino turístico de primer orden- no sólo ofrece un clima privilegiado durante todo el año, sino que ha logrado realzar todo su patrimonio cultural y medioambiental.
Lanzarote, Reserva de la Biosfera desde el año 1993. Una isla protagonizada por su insólito paisaje, es decir, por lo que la naturaleza y el hombre han dejado grabado en la piel del territorio durante los siglos anteriores.
Hoy en día, la capital, Arrecife, concentra a más de la mitad de la población de la isla, por lo tanto, en ella encontramos múltiples actividades desde administrativas, de ocio y sobre todo comerciales.
La costa plagada de islotes, las playas de extraordinaria belleza, las plazas y los rincones típicos, las reducidas dimensiones y la serenidad que produce el mar que baña su costa, es lo que le da mayor espectacularidad al lugar, creando un marco incomparable para diluirse en él. Al abrigo de Puerto Naos, la nueva y moderna
Marina de Lanzarote ofrece la posibilidad de adentrarse en la riqueza paisajística y natural de la costa de la Isla, constituyéndose, no solo en el puerto desde el que conocer el litoral insular, sino en la puerta de entrada a una ciudad y, en general, a una isla que atesora un atractivo cultural y natural excepcional, una Isla Diferente.
Entre sus calles y casco antiguo se percibe fielmente su condición de ciudad marinera y comercial con el sinfín de mercancías llegadas de otros puertos, presentes en cualquiera de sus tiendas y comercios.
Port.: 620264703
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