Las Salinas de Guardias Viejas, estuvieron en funcionamiento hasta 1936, constituyendo uno de los saladares más singulares del Sudeste Ibérico, con una extensión aproximada de 150 hectáreas, era el más meridional de los saladares almerienses. Su lámina de agua salobre dependía en gran medida de los regímenes de precipitaciones, al estar dentro de una cuenca endorreica, nutriéndose también de infiltraciones marinas y de aportes subterráneos de los acuíferos colindantes.
Desde 1981, hasta su destrucción, se censaron en este aguazal a más de 80 especies de aves acuáticas, lo que constituía uno de los índices de diversidad ornitológica más elevados del Sudeste peninsular.
Durante los inviernos destacaba la presencia de importantes bandos de anátidas en los que la cuchara común solía ser el más abundante. Como especies reproductoras habituales se encontraban la cigüeñuela común (Himantopus himantopus), la avoceta común (Recurvirosta avosetta), la gallineta común, la focha común, el rascón europeo, el chorlitejo patinegro (Charadrius alexandrinus) o el charrancito (Sterna albifrons).
Para visitar los restos de este humedal se puede acceder desde la Autovía del Mediterráneo, hasta la urbanización ejidense de Almerimar; antes de llegar a la misma existe una carretera comarcal que conduce a la población de Guardias Viejas y que llega hasta los restos de las salinas