Plaza Gilberto Quijano, 39300 Torrelavega, Cantabria, España
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Gracias a su ubicación estratégica, en la encrucijada de los caminos hacia Asturias y la Meseta, y la apertura del camino Real en 1753 (carretera de Reinosa a Santander), y posteriormente la construcción del ferrocarril, concluida en 1866, la pequeña aldea se transformaría con el devenir de los tiempos en un gran centro industrial y comercial.
En julio de 1799 arranca el primer mercado semanal en la Plaza Mayor, mediante un contrato con los 18 lugares que entonces forman la jurisdicción de Torrelavega, que lograría varios objetivos: destinar los beneficios del mismo a sobrellevar las cargas con que se encuentra gravada la villa; atraer a gentes de diferentes comarcas y provincias vecinas; y darle una utilidad mayor al Camino Real.
Una amplia guarnición francesa-napoleónica se asentó en Torrelavega a raíz de la guerra de la Independencia (1808-1812), contribuyendo al auge y consolidación de este mercado, haciendo grandes consumos y atrayendo a vendedores con mercancías muy diversas. A mediados del s. XIX se convertiría en una desarrollada estructura mercantil organizada en tres espacios concretos:
La Plaza Mayor, donde se vendían toda clase de productos: frutas, verduras, aves, huevos, pan, cerámica, etc.; la “Plaza del Grano”, donde se vendían todo tipo de granos y tubérculos (cereales, lentejas, frutos secos, patatas, etc.); y el cruce de Quebrantada, o “Plaza de los Chones”, donde se vendían cerdos y cordero lechal.
El mercado semanal de la villa, que actualmente se sigue celebrando los Jueves, se complementó con la función de feria de ganado a partir de 1844, y era en aquellos tiempos, el “principal de la montaña”. No en vano, su extensa área de influencia creció tanto que pronto se le conocería como “la plaza de Santander”.
El flujo de productos traería nuevas oportunidades de negocio para la villa, generando la expansión del comercio local, que prosigue su crecimiento y diversificación en la segunda mitad del s XIX, promovido principalmente por las familias de pasiegos que llegan para establecerse en la villa, creando comercios de tejidos, vinos, ultramarinos, zapaterías, etc.
En el año 1848 la villa cuenta con un total de 35 establecimientos, y hacia 1903 cuenta con 189 establecimientos de diferentes ramos.
El rápido crecimiento de la población provocado por el auge económico le otorgó el título de ciudad en 1895 (297 habitantes en 1.752, 1.222 habitantes en 1851, y 7.000 habitantes en 1925).